3 de noviembre de 2013

Junto a la chimenea 3


- Contenía tesoros, multitud de diminutos tesoros desperdigados por todas partes, era increíble, mágico. Poco a poco los dos amigos fueron recolectando esos pequeños tesoros como si de frutos maduros se trataran, respiraciones aceleradas, aspavientos descontrolados, risas nerviosas desbordantes de felicidad, eran ricos!!, se repetían nerviosos e incrédulos los dos amigos el uno al otro. – dijo Dimitri - Allí,  junto a la concha del apuntador, estaba lleno de sellos. Cientos de sellos, en el suelo, en hojas, en libros de cuentas más que antiguos. Estampas abandonadas sin dueño alguno.   Ese era el tesoro que cambiarían por sus sueños a un filatélico. Con todos los que habían encontrado sus familiares no volverían a trabajar. Vivirían con reyes. La fortuna bailaba junto a sus nombres.

Fueron maravillosas las emociones en la vuelta a casa. Una plenitud por encontrar aquello. La sensación de haberles cambiado el mundo. La aventura con sabor a miel entre sus manos. 

 

No llego a pasar el día, cuando ya supieron que aquellos timbres (tan siquiera sellos) no tenían valor económico alguno. Quizá cinco céntimos por cada uno como máximo.  Lo cual una miseria para alcanzar todas las quimeras creadas anteriormente.

Pero ellos…. tan siquiera se les enturbio la sonrisa, su felicidad interior. Si tuvieron el chasco de que aquella aventura no les recompensara monetariamente. Pero no paraban de imaginar para la siguiente.

 

-          Ni un duro, como me lo imaginaba

-          Jajaja,  ¿Tu crees que estaría aquí contando esta historia si tuviera esa fortuna?

-          Valla historia, me imaginaba otra cosa

-          Todavía no ha finalizado. Por favor, Dimitri, termínala tu… se te da mejor.

-          “…pero en realidad, lo que los dos amigos no sabían, era que el tesoro de verdad era ese recuerdo en sí mismo, ese pensamiento de felicidad compartida, esa amistad inquebrantable e imperdurable en el tiempo. Ese recuerdo, era un simple fogonazo de alegría que aparecía cuando más se necesitaba, una balsa que aparecía en los días de tormenta más oscuros, felicidad pura, que funcionaba como carburante dándoles energía para caminar.”

Aún de vez en cuando, una sonrisa enigmática que aparece en la cara de los dos amigos demuestra que ese recuerdo sigue vivo, tan limpio y claro como el primer día, tan simplemente absurdo, tan simplemente feliz. Ese recuerdo creó un lazo invisible entre los dos amigos, una unión que por mucho que se empeñara la vida, sería imposible de desatar.

-          Gracias, ahora si, y colorín, colorado este cuento se ha acabado.

Y con el escariador en una mano, y la pipa en la otra dio por finalizada la historia. Con esa sonrisa de haber revivido durante segundos aquellos tiempos. Y con los ojos puestos en los de Dimitri.

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