- Contenía tesoros, multitud de diminutos tesoros
desperdigados por todas partes, era increíble, mágico. Poco a poco los dos
amigos fueron recolectando esos pequeños tesoros como si de frutos maduros se
trataran, respiraciones aceleradas, aspavientos descontrolados, risas nerviosas
desbordantes de felicidad, eran ricos!!, se repetían nerviosos e incrédulos los
dos amigos el uno al otro. – dijo Dimitri - Allí, junto a la concha del apuntador, estaba lleno
de sellos. Cientos de sellos, en el suelo, en hojas, en libros de cuentas más
que antiguos. Estampas abandonadas sin dueño alguno. Ese era el tesoro que cambiarían por sus
sueños a un filatélico. Con todos los que habían encontrado sus familiares no
volverían a trabajar. Vivirían con reyes. La fortuna bailaba junto a sus
nombres.
Fueron maravillosas las emociones en la
vuelta a casa. Una plenitud por encontrar aquello. La sensación de haberles
cambiado el mundo. La aventura con sabor a miel entre sus manos.
No llego a pasar el día, cuando ya supieron
que aquellos timbres (tan siquiera sellos) no tenían valor económico alguno.
Quizá cinco céntimos por cada uno como máximo. Lo cual una miseria para alcanzar todas las
quimeras creadas anteriormente.
Pero ellos…. tan siquiera se les enturbio
la sonrisa, su felicidad interior. Si tuvieron el chasco de que aquella
aventura no les recompensara monetariamente. Pero no paraban de imaginar para
la siguiente.
-
Ni un duro, como me lo imaginaba
-
Jajaja,
¿Tu crees que estaría aquí contando esta historia si tuviera esa
fortuna?
-
Valla historia, me imaginaba otra cosa
-
Todavía no ha finalizado. Por favor, Dimitri,
termínala tu… se te da mejor.
-
“…pero en realidad, lo que los dos amigos no
sabían, era que el tesoro de verdad era ese recuerdo en sí mismo, ese
pensamiento de felicidad compartida, esa amistad inquebrantable e imperdurable
en el tiempo. Ese recuerdo, era un simple fogonazo de alegría que aparecía
cuando más se necesitaba, una balsa que aparecía en los días de tormenta más
oscuros, felicidad pura, que funcionaba como carburante dándoles energía para
caminar.”
Aún de vez en cuando, una sonrisa
enigmática que aparece en la cara de los dos amigos demuestra que ese recuerdo
sigue vivo, tan limpio y claro como el primer día, tan simplemente absurdo, tan
simplemente feliz. Ese recuerdo creó un lazo invisible entre los dos amigos,
una unión que por mucho que se empeñara la vida, sería imposible de desatar.
-
Gracias, ahora si, y colorín, colorado este
cuento se ha acabado.
Y con el escariador en una mano,
y la pipa en la otra dio por finalizada la historia. Con esa sonrisa de haber
revivido durante segundos aquellos tiempos. Y con los ojos puestos en los de
Dimitri.
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