10 de noviembre de 2015

Last Night 7.2


Last Night 7.2

Ya había terminado el concierto. Todos estábamos llenos de emociones. Ellos de esas jóvenes, esperanzadoras con un puntito de ego, las mías resurgían de un corazón  endurecido por los años. Era el rock lo que nos unían. Tenía ante mis ojos futuras promesas de grandes bandas. Baterías, guitarras, teclistas y grandes voces se juntaron aquella noche. Y yo, un mero espectador que disfrutaba efímeramente de aquel arte. Miles de sueños y metas se intercambiaban. Seguramente varios se juntarían para empezar un nuevo camino en la misma dirección. No os engañaré,  habían sido actuaciones apoteósicas. Pero ya era hora de descansar…

O eso creía yo. Pues aquella noche pocos durmieron y menos yo.

Me habían encargado ser guardián de sus sueños; mediador de la noche y día en su presencia.  Cuidar que las leyendas, encantos y quimeras de aquel bosque no les hicieran ningún mal. Me armé de paciencia y de un brebaje que unos buenos amigos me consiguieron y recorrí una y otra vez la periferia de aquel sito mágico. Cada vuelta una anécdota y no sé qué hubo más, si vueltas o anécdotas.

Voy a omitir las revueltas grupales aquella noche, ni las ganas de abrazar a la naturaleza sin sueño alguno. También los paseos bajo la luz de la luna para hacer aguas menores, pues entiendo perfectamente que las ilusiones internas no les dejaban controlar sus festivos cuerpos. Y aunque no las viera normales, sus ganas de juntarse de veinte en veinte en pequeñas tiendas de campaña, también las pasaré por alto. Pues me quedaré solo con lo bueno.

A escasos minutos de que nos sorprendiera el sol, decidieron que la locura reinara en sus mentes y ver el alba con sus propios ojos. Así dejar tranquilamente a los pocos que jugaban con Morfeo.

Se juntaron con mantas, abrigos y sudaderas  en un pequeño claro del bosque el cual tenía buena orientación al este. Y con cartas, sueños, abrazos e inquietudes dejaron pasar los minutos mientras charlaban sobre el futuro plácidamente. Allí promesas, juramentos y lazos de sangre se juraban unos a otros siendo la primera luz testigo de aquellos encantamientos. La esperanza se juntaba con la alegría, con la fuerza y con el ánimo para invadirnos el alma a todos. Nos enseñó un camino a seguir, el cual cada uno a su manera recorre.

El calor en mi rostro finalizó mi guardia. Entonces todos nos fuimos a descansar esos últimos instantes  antes de que la realidad y The Who nos despertaran. Con el mejor sabor de boca de la última noche en la versión 7.2.

 Y he de confesar que desde entonces no puedo omitir una sonrisa cada vez que termina un concierto.

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